Viajes/ Km. 03


Conjuros de llegada.

Conjurábamos conjurar. Conjurábamos protegernos del sol, hermosa maravilla rocosa y de arenas. Pero ella, a su vez, se había robado todos los soles. Los llevaba en su piel, como artilugios de cursilerías, tan bellos, tan claros…

Ellos, sus soles, hacían de su fina textura un sin paz de emociones en moreno, que mimetizaban con la playa, las arenas y el mar. Una rica piel exquisita. A degustar por las noches, o en los recovecos sombríos, en refugios donde nadie se les ocurre pensar, donde a nadie se le ocurriese ubicar nuestro mimetismo, nuestra confusión de dos. Un enredo, un sincronismo de almas, una conspiración de ternura entre vos y yo.

Paradójicamente siempre se ponía a mirar la playa y a excitarse con el andar del agua.

La negra excitaba maravillas aromáticas de amor, de elixires que circulaban por los cuerpos sudados.

-Te pido algo…

-Dime.

-Dame un regalo de luna, de miel y de sol, de sal, como inerte… Dame rimas en Huanchaco, que sean de risas con sabores a aceitunas, a caras tontas que no dicen nada, que imiten a mimos con su lenguaje kinésico, y que los mimos nos digan de todo.

Yo ya perfilo que nuestro amar esta conjurado por debajo. Por debajo de todos ellos, y por debajo de nosotros. Como el lenguaje de los mimos…


Fue cuando por entonces me perdí con la vista y vinieron a mí millones de recuerdos en prosa, un amargo café.

Una exorbitante ola de energías. Rarezas en mí. Es la magia del aire, del cosmos, de las reparticiones zodiacales. De planetas y estrellas. De esas cosas que no se saben, pero que están ahí.

Me sonaba a que habíamos hecho millones de fogatas, con y sin alcohol, y a veces, hasta nos emborrachábamos de magia.

Esos recuerdos venían cruzando, esperando y desvelando, apurándome el andar. Y cuando los recuerdos no pasan, se pasan a extrañar.

Era una memoria en donde el fuego era un abrazo prometedor inmenso y ahora, a la distancia, creo que un hermano llora. Y yo evoco palabras, palabras y gestos, que por si acaso me necesitara le diría, no te preocupes, yo también me siento raro esta vez, y a lo de Ozi no lo entiendo. Veo en ella auras moradas y marrones oscuras. Pero bellas tan bellas como ella. Algo que me inquieta, que me incapacita pensar…

Quien!

Quien sos vos? Quien? Algo a definirse, a develarse, a dejarse ser, de aprender, de copiar… de atar!

Me pregunto, quien sos vos?

Una rama de deseos en hojas, de besos en marea alta. Nunca se podrán mirar.

Espesos.

Quién sos vos? Quiénes somos nosotros? Quiénes serán ellos?

Tu verbo personal se me hace mío. Tu sabor me desea y me consiente. Tu olor sulfura a tantas cosas y se hace arte tu piel al tocarla, y tus caderas matan a los santos, me matan a mi cuando te veo pasearte, pero se que no miro exactamente tus caderas, sino unas curvaturas de más abajo.

Quién soy? Quiénes son ellos?

Las figuras de los hombres por fuera de sí. Los veo ahí, atrapándose.

Nos vi abrazados, convalecientes, muriendo, reventando olas sabor azúcar.

Quienes? Quienes son ellos?

Amores, amares.

Temerse. Temiendo.

Partiendo. Partimos.

Adiós.

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Ellos y nosotros... Enamorados de la vida... Pero como todo amor lleva a la locura... Locos enamorados entonces, para así ser felices jugando en una bohemia imparable... Y así, viviendo, aprehender la vida misma Buena suerte revivir recuerdos del nacer ayer en un encuentro que ahora es cercano...

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